El escándalo detonado por la presunta estafa que afectó a varios miles de ahorristas, llevada a cabo por una firma de comercio internacional de monedas (Foreing Exchange) que operaba por varios años en el mercado local, puso de relieve no solo los problemas de fiscalización y control del Estado sobre esta compleja red del dinero, sino, también, el profundo desconocimiento respecto de los alcances y límites del sistema financiero por parte de buena parte de la población.
En efecto, ¿por qué desconfiar de personas, especialistas o empresas que le ofrecen hacer crecer sus ahorros a ritmos superiores al promedio de la industria, cuando aquellos los operan de modo transparente, en una cuenta on line que uno puede visitar diariamente y observar en directo en qué se están invirtiendo y, a mayor abundamiento, todos los meses, al menos para una parte de los ahorrantes, ver crecer su capital en órdenes del 5%? Pero, ¿puede una persona, especialista o empresa conseguir esas rentabilidades comprando y vendiendo monedas o acciones de diferentes países y empresas?
Potencialmente sí. Aunque, probablemente, los “aciertos” de entradas y salidas de esas compras y ventas tenderán en el tiempo a una media que, entre ganancias y pérdidas, permitirán un aumento de los ahorros a ritmos similares a los que se pueden conseguir con otros modelos más seguros, controlados y menos audaces, como, por ejemplo, los que consiguen las mesas especializadas de AFP, Bancos o Fondos de Inversión en todo el mundo.
“Comprar barato y vender caro”, lema que subyace en estas operaciones, es el sueño de cada operador financiero. Pero, constituye una tarea ciclópea que implica conocer no sólo la conducta de grandes sociedades anónimas en las que habitualmente invierten los gestores de fondos, sino, además, incluir en los análisis otra serie de factores políticos, geopolíticos, sociales, económicos y hasta culturales que hacen oscilar los precios de los papeles y monedas a la velocidad de la luz (gracias a las TIC’s) y la mayor parte de las veces, antes que el operador decida vender caro lo que compró barato y/o tener que aceptar que compró caro y vendió barato, y seguir en la rueda.
¿Cómo una empresa o especialista puede aparecer como diestro operador que siempre compra barato y vende caro, generando utilidades superiores al promedio del mercado? Hasta ahora, mediante contratación de caros analistas y grandes inversiones en sofisticados softwares y sistemas de computación que, cargados con complejos algoritmos, pueden decidir compras y ventas a mayor velocidad y por cortísimos plazos, que las que puede adoptar un gestor humano. Una segunda, es a través de los llamados esquemas piramidales, el primero de las cuales lo realizó un ítalo norteamericano que dio su nombre al timo: el esquema Ponzi. Sin embargo, en el primer modelo, nadie aún asegura el éxito del algoritmo y sus exitosas “entradas” y “salidas” de papeles y monedas transados, y en la segunda, pobre de los que ingresan al final de la pirámide.
Pero a muchos ahorrantes les cuesta conformarse con la mediocridad de una renta segura, aunque más pobre y emerge esa genética compulsión a asumir mayor riesgo, por un mayor premio. Sin embargo, para años como los que estamos viviendo, parece mejor seguir los consejos de los expertos.