lunes, 28 de marzo de 2016

La Educación Técnica de nivel superior fortalezas y debilidades

Dentro del sistema de Educación Superior hay formación profesional y formación técnica de nivel superior. La Educación Técnica está orientada a entregar a los estudiantes la capacidad y los conocimientos necesarios para desempeñarse en una especialidad de apoyo al nivel profesional, o bien desempeñarse por cuenta propia.
    • Las carreras técnicas de nivel superior se pueden impartir en universidades, institutos profesiones (IP) y centros de formación técnica (CFT).
        • Para obtener el título de técnico de nivel superior es necesario aprobar un programa de estudios de una duración mínima de 1.600 horas de clases (4 semestres). 
            • La mayoría de las carreras técnicas duran entre 4 semestres (2 años) y 6 semestres (3 años).
              La Formación Técnica es fundamental, no sólo porque ser una opción vocacional para muchos jóvenes, sino porque constituye una base relevante para apoyar la competitividad del país.
              Actualmente, el 40% de los titulados de Educación Superior son técnicos de nivel superior y la meta es que para el año 2020 sean 60%. Por eso es tan importante aumentar la cobertura de la Formación Técnica, así como la calidad y la pertinencia de los programas para contar a corto y mediano plazo con el capital humano que Chile requiere para su desarrollo.

              Además, la ley reconoce oficialmente como instituciones de educación superior a los establecimientos de las Fuerzas Armadas, de la Dirección General de Aeronáutica Civil, de Carabineros y de la Policía de Investigaciones. Ellos están facultados para entregar títulos y grados académicos propios del ámbito de su competencia, según corresponda.

              En nuestro país, las universidades se encuentran facultadas para otorgar toda clase de títulos y grados académicos, los institutos profesionales sólo pueden otorgar títulos profesionales (con excepción de aquellos reservados únicamente para las universidades) y títulos técnicos de nivel superior, mientras que los centros de formación técnica sólo se encuentran habilitados para entregar títulos técnicos de nivel superior.

              Como bien lo conoce la sabiduría popular, en nuestro país no cursar estudios superiores es prácticamente un boleto seguro a la precariedad. De ahí que miles de familias depositan sus esperanzas en la educación superior como herramienta para alcanzar un futuro mejor. En este contexto, la propia dinámica del sistema ha invitado por décadas a las familias a apostar sus fichas preferentemente a la educación universitaria por sobre la técnica. Con el agravante de que entre las universidades también se manifiestan en modo relevante realidades precarias en términos de inserción laboral, aún entre quienes terminan los estudios.
              Esto trae consigo grandes desafíos. En primer lugar, la situación actual de la educación superior técnico-profesional no puede pretender resolverse de manera aislada, independiente de la globalidad de la educación superior. Asimismo, tampoco resultará una solución completa la mera inyección de recursos fiscales y la entrada de “competidores públicos” (asociados a universidades públicas que el Estado ha dejado muy abandonadas a su suerte) dentro de un esquema institucional jerarquizado asumido como dado, natural e irreversible. Se torna imperativo cuestionar lo que ha sido el marco institucional de nuestra educación superior, así como también la estrategia de crecimiento de ésta, altamente inorgánica y carente de planificación, con las consecuencias que se han visto. La prohibición del lucro, en este sentido, también resulta un aspecto crítico e ineludible.
              Por otro lado, la oportunidad histórica que han abierto las movilizaciones sociales para introducir transformaciones profundas, hacen necesario preocuparse de toda la cadena que lleva involucrada. En este sentido, el desafío también corre para nuestra matriz productiva, que juega un rol a la hora de construir un país capaz no solamente de formar capacidades, sino también de extraer todo el potencial creativo de éstas para el desarrollo, sin que finalmente la política pública hacia la educación superior termine siendo un mero subsidio al desempleo, el subempleo y la precarización. Aquello abre un desafío y posibilidades de investigación que pueden y deben ser exploradas en el futuro. Pero, sobre todo, da cuenta de un aspecto cuya transformación debe ir necesariamente de la mano con la que hoy ocurre a partir del debate educacional. Sin esta sinergia como meta, la ventana de oportunidad que nos hemos dado como país puede terminar cerrándose de par en par.

              La educación técnica superior “es más accesible”.Tiene que ver con que son carreras cortas, de dos años las técnicas y de cuatro las profesionales, orientadas principalmente en la empleabilidad, entregando conocimiento pero también habilidades”. Además, la inexistencia de procesos de selección y sus bajos aranceles, en comparación con los universitarios, favorecen su preferencia. “Muchos jóvenes talentosos, pero de situación vulnerable, con mala educación de base pero con ganas de estudiar, prefieren la educación técnica”.

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